Antecedentes del caldero-comunismo
El mito del caldero-comunismo no inició en la década de 1940 y en el Pacto entre Monseñor Sanabria, jefe de la Iglesia Católica; el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, presidente de la República y el licenciado Manuel Mora Valverde, jefe del partido comunista como muchos piensan. Las raíces del mito se remontan a la década de 1910 y formó parte de una utopía mayor. Para esa fecha, el sacerdote Jorge Volio Jiménez, inició sus luchas por la justicia social, retomando el salario justo del Obispo Thiel, las ideas de la Doctrina Social de la Iglesia Católica y tomando parte de las luchas anti imperialistas en Centroamérica
Sus luchas coincidieron con el derrocamiento del régimen de Federico Alberto Tinoco Granados, el creciente clamor de los sectores populares en especial ebanistas, zapateros, panaderos y carpinteros que tomaban una mayor conciencia social y la imaginación de los sectores populares por idealizar a personajes concretos como santos, como fue el caso del doctor Ricardo Moreno Cañas.
Dicho ambiente utópico y de sacralización de los personajes convertidos además de héroes se puede percibir en las oraciones que a varios de ellos se les hizo. Un ejemplo, puede ser el siguiente
Ilustración tomada de http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Oracion_Moreno_Ca%C3%B1as009.jpg
La unión de esos procesos provocó que dentro de dichos movimientos populares se dieran idealizaciones y glorificaciones, las cuales serían claves en la configuración de nuevos santos como fue el caso del doctor Calderón Guardia tanto en la década de 1940 cómo en las posteriores a la denominada “Revolución del 48”
Las huelgas de 1920 por las jornadas de 8 horas y salarios justos junto con las luchas de políticos por reivindicaciones sociales donde destacan los doctores Moreno Cañas y José Víctory por nacionalizar la electricidad y el papel de nacionalista de otros como Joaquín García Monge crearon un ambiente utópico de que podían darse reformas con el apoyo de la iglesia católica, políticos comprometidos y partidos abocados al bien popular. Estos antecedentes, tuvieron un peso fundamental en la reforma social.
Zapateros, comunistas y de Barrio Keith
Desde finales de la década de 1920, varios políticos con vocación cristiana ganaban adeptos en los barrios populares josefinos, uno de ellos fue el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, quien en el ejercicio de su labor ganaba fama de ser un hombre generoso y caritativo. A pesar de contar con el apoyo de políticos autoritarios y poco sensibles a las demandas sociales como fue el caso de León Cortés Castro su labor caritativa mediaban los recelos de los sectores populares.
Al igual que Calderón Guardia otros políticos se ganaban el corazón de los sectores populares. Una de ellas fue Carmen Lyra, quien tuvo una importante presencia en el ámbito político del país. Ella no sólo fue fundadora del Partido Comunista y activista insigne contra la lucha contra la dictadura de Tinoco, participando incluso, en la quema del periódico estatal "La Información", sino que también representó la superación y convicción política para varios sectores obreros y artesanales, en especial, de los zapateros. Los cuales independientemente, de su procedencia geográfica reclamaron una identidad que resumía los valores evocados por Carmen Lyra. Para ellos ser “zapateros, comunistas y de Barrio Keith” significaba formar parte de una gran utopía de cambio social.
Aún después de su muerte, los zapateros comunistas recreaban historias y leyendas de cómo Carmen Lyra se enfrentó a los figueristas, como estos cobardemente le disparaban a su avión durante el exilio o como ella pasó sus últimos días sin derecho a regresar al país. El ejemplo, de Carmen Lyra dentro del caldero comunismo la idealizó como la gran líder del país que enfrentó a la oligarquía mientras otros huían. Como suele suceder con toda mitología, a la par de la idealización de Carmen Lyra surgieron villanos como fueron Paco Calderón o René Picado quienes se consideraban hicieron poco o nada por salvar las reformas sociales, a pesar de contar con los recursos para defenderla.
La administración de Rafael Ángel Calderón Guardia fue prolifera en la emisión de leyes con sentido social tales como: la fundación de la Universidad de Costa Rica (1941); la creación de la Caja Costarricense del Seguro Social (1941); la incorporación en la Constitución Política de un capítulo de Garantías Sociales (1943); y la promulgación del Código de Trabajo (1943), entre otras muchas más. Tales acciones le valieron la animadversión de los grupos más retrógrados del país, que veían en la labor del doctor un peligro.
Bananeros y antiimperialismo
Al igual que los zapateros, en la zona Atlántica los obreros bananeros soñaban con una sociedad más justa. Por lo general, estos obreros fueron ultrajados por los capataces, y obligaos a trabajar en las condiciones más infrahumanas conocidas en la época. Esas experiencias hicieron que los obreros bananeros desarrollaran una gran sensibilidad por las reivindicaciones sociales
Los obreros bananeros fueron poco a poco introducidos en el movimiento comunista gracias a la labor proselitista y literaria de Carlos Luis Fallas, quien en ese mundo duro, se ganó la confianza y admiración tanto como cargador, peón, ayudante de albañil, dinamitero y tractorista, entre otros, como por su valentía al enfrentar a la policía y a los capataces de la Compañía Bananera.
Fallas llegó a la provincia en 1933, luego de que creara un expediente judicial al enfrentar a la policía en un movimiento de protesta, donde resultó gravemente herido En ese entonces, el patriarca liberal Ricardo Jiménez Oreamuno, no toleraba el desorden social y a pesar de ser considerado un presidente bonachón nunca rehusó usar el poder de la policía para reprimir a sus adversarios. Ese mismo año Fallas fue condenado a un año de destierro en Limón, después de dar un discurso subversivo a los ojos de las autoridades. Para esa época el destierro a Limón y a Quepos era considerada por los habitantes del Valle Central como una pena de muerte tácita. A pesar de ello, Fallas aprovechó su estancia en la provincia para enfrentarse a la UFCO; ahí intervino en la organización de la “Gran Huelga Bananera” del Atlántico en 1934, huelga que llegó a movilizar a más de 15000 trabajadores, llegando a conmover a Centroamérica entera.
Debido a su participación en esta huelga fue encarcelado de nuevo; se declaró en huelga de hambre, logrando así la libertad de nuevo gracias a la acción del pueblo. Por su enfrentamiento valiente al poder y el encarcelamiento fue considerado un héroe popular. Años más tarde cuando fue encarcelado por los figueristas y se le amenazó con el fusilamiento la acción del pueblo y la comunidad internacional le salvó la vida. De ese evento, se tejió una leyenda en la cual Carlos Luis Fallas y Jorge Volio se enfrentaron a los continuos ejercicios intimidatorios de fusilamiento sin abandonar nunca a sus camaradas obreros o de cárcel.
Cabe agregar que Fallas también fue una figura de referencia para los zapateros, pues sus andanzas sindicales le obligaron para poder vivir y luchar en las ciudades aprender el oficio de zapatero, lo cual oficio logró en tan sólo tres meses, donde además compartió con este gremio sus ilusiones de una sociedad mejor.
Pacto calderocomunista
Según la mitología caldero comunista, la labor social del doctor Rafael Ángel Calderón le ganó el odio de la oligarquía, además por la crisis social ocasionada por la Segunda Guerra Mundial tenía cada vez una mayor erosión en la confianza del pueblo y de los sectores más reivindicativos como eran los zapateros y los bananeros.
A partir de 1942 comienza a gestarse una alianza entre el Partido Vanguardia Popular de Mora, la Iglesia Católica encabezada por Monseñor Víctor Manuel Sanabria y el gobierno de Calderón Guardia, que permitiría la consolidación y ensanchamiento de la reforma social. Esta alianza culmina con la creación de la Caja Costarricense del Seguro Social, el Código de Trabajo y las Garantías Sociales, que fueron proyectos desarrollados compartidos ideológicamente por sectores avanzados de la Iglesia Católica y los políticos católicos del calderonismo y que finalmente fueron llevados a cabo por el gobierno de Calderón Guardia.
La alianza de Mora con el gobierno de Calderón y la Iglesia hizo que en un primer momento los sectores agroexportadores y financieros etiquetaron despectivamente a los miembros de la alianza como caldero comunistas. No obstante, esa noción despectiva de la oligarquía cafetalera del país pasó a ser reivindicada como una etiqueta identitaria de justicia social.
La alianza caldero-comunista funcionó en materia electoral hasta que comenzó la Guerra Civil de 1948, en la cual el partido comunista lideró la fuerza principal que defendió los logros sociales en los campos de batalla.
Desde ese entonces la etiqueta caldero comunista se utilizó como un medio de persecución política de funcionarios, intelectuales, sindicalistas y simpatizantes tanto del doctor como del partido.
Sin embargo, en la intimidad de los hogares y en los centros de reunión clandestina, la etiqueta del caldero comunismo tuvo una connotación positiva y de identidad que permitía soportar la represión de las fuerzas figueristas y ulatistas. La etiqueta positiva llegaría a tener un gran valor en la década de 1960 cuando el doctor Calderón Guardia regresó del destierro, pues pasaba a ser una aspiración para reeditar una nueva y más completa reforma social.
No les compren, no les hablen, ni les vendan a los caldero comunistas
La represión se hizo sentir en todos los ámbitos en el cotidiano hubo una persecución que se reflejaba en el siguiente decir: “a los caldero comunistas no les compren no les hablen, ni les vendan”.
Además, de ello hubo despidos de funcionarios públicos, juicios de probidad y sanciones sociales que consumaban la represión. En la misma universidad de Costa Rica las fuerzas de gobierno apoyaron la represión. Entre los casos más connotados estuvieron Mario Rueda Porras, Álvaro Gené Sojo, Guillermo Villalobos Arce, Oscar Bakit Padilla, Fernán Rodríguez Gil, Jorge Volio Jiménez, Fabían Dobles, Manuel de la Cruz González, Roberto Campabadal Tinoco, Rodrigo Cordero, José Merino y Coronado, Hernán Zamora, Gonzalo González González, Moisés Vincenzi y Francisco Salazar, entre otros. Curiosamente, de ninguno de ellos salió la organización de un movimiento orgánico que diera pie a un pensamiento caldero comunista, pues algunos siguieron la vía reformista y otros optaron por la conformación de un partido comunista en la clandestinidad.
Uno de los hechos más violentos de la represión fue el asesinato llamado “Codo del diablo”. El 19 de diciembre de 1948, desde Limón se trasladaban a San José varios presos políticos defensores de las garantías sociales: Tobías Vaglio Sandí; Federico Picado, Narciso Sotomayor Ramírez, Lucio Ibarra, Alvaro Aguilar Umaña, y Octavio Sáenz. El MOTOCAR 156 y salió de Puerto Limón a las 7.30 p.m. con los reos esposados hacia la capital. Los custodios de los presos eran: Manuel Zúñiga Jirón (Capitán), Luis Valverde Quirós (Subteniente), Clarencio Aulud Alvarado y Hernán Campos Esquivel.
Al empezar a bordear el Cerro del Diablo (Milla 41), donde la línea hace una curva cerrada que se conoce como el Codo del Diablo el motocar se detuvo. El capitán Zúñiga ordenó a los presos políticos bajarse y apartarse unos cuantos metros. Una vez hecho esto procedió con una ametralladora NIEHAUSEN a masacrar a las víctimas. Los presos Picado y Sáenz fueron rematados con tiros de revólver, el asesinato se descubrió cuando el cuerpo de Aguilar rodó por el barranco y por lo escarpado del lugar y la oscuridad de la noche hizo imposible que Zúñiga y sus subalternos pudieran localizarlo. Este cuerpo no recuperado fue el que sirvió de evidencia para que se desenmascarara la falsa historia montada por el gobierno de facto, la cual refería que los presos murieron en combate.
Dentro de la mitología calderonista no se registra este hecho, por lo cual los presos asesinados por las fuerzas de liberación nacional de Figueres sólo cuentan en el panteón de los héroes del partido comunista.
La utopía de un socialcristianismo (La alianza Iglesia, políticos cristianos y comunistas a la tica)
El desengaño. La administración de Junior
La debacle
Mito y esperanza