MENSAJE INAUGURAL DEL PRESIDENTE CALDERON GUARDIA (párrafos)
8 de mayo de 1940
Las relaciones de la Iglesia y el Estado han venido desarrollándose dentro de normas de la más franca y leal cooperación, en un ambiente de mutuo respeto y de muy cordial entendimiento. Afortunadamente la Autoridad Eclesiástica ha sido confiada a ínclitos varones cuyas grandes virtudes y excelsas capacidades les han permitido realizar con éxito innegable su importante y valiosa misión. Tan buena armonía debe mantenerse, y a ello se encaminarán todos mis esfuerzos, convencido como estoy de la influencia que el sentimiento religioso ejerce en el progreso de la cultura y en el mejoramiento del nivel moral del pueblo.
Juzgo que mis principios religiosos, netamente cristianos, deben ser para todos los hombres de buena voluntad, garantía eficaz de que la Iglesia no tendrá tropiezos en el ejercicio de sus altos deberes; y confío en que me ha de prestar su valiosa colaboración para que pueda Costa Rica seguir una senda de bien y de verdadero progreso.
Estos mismos principios cristianos que profeso, me obligan a declarar que mi gobierno respetará todos los sentimientos que se inspiren en los mandatos de la ética y en los preceptos de la moral.
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La nueva administración sustenta, en lo político, la doctrina del cristianismo social, tal como lo exponen las admirables encíclicas de León XIII y Pío XI, y como lo sintetizara el Cardenal Mercier en su "Esbozo de una Síntesis Social". Sólo el sentimiento de fraternidad lealmente sentido y practicado, puede dar solución definitiva a los conflictos humanos; sólo por una equilibrada cooperación de todas las fuerzas sociales dentro de un régimen de derecho que excluya enérgicamente los abusos de indebidos poderíos, se llegará a la conciliación de intereses, necesaria para que todos los miembros de la comunidad se sientan solidarios en la obra edificante de elevar cada día más el nivel espiritual y material de Costa Rica.
Así, pues, el Seguro Social es ya una realidad en Costa Rica. Tomamos de la legislación chilena su estructura general, adaptándola a las particulares circunstancias de nuestro medio; luego la experiencia irá modelando la obra hasta llegar a convertirla, de ello estoy seguro, en una de las instituciones más imprescindibles del país. Ella constituye el refugio de los desvalidos y el amparo más eficiente de quienes no cuentan con otro capital que su personal esfuerzo para labrar el presente y el porvenir de su familia. "Bastante hacen los pobres por el Estado, con mantener a sus hijos", dice un renombrado autor de temas sociales; y siendo ello así, como lo es, el Estado debe corresponderles facilitándoles los medios de velar por los suyos a través de las irremediables contingencias de la vida.
Deseo con vehemencia que el país comprenda en todos sus alcances la magnitud de la obra para que, acuerpándola con cariño, le dé siempre savia nueva para su consolidación y estabilidad. Ella devolverá, en beneficio social y humano, todos los desvelos y sacrificios que su organización y estabilidad demanden.
La ley que crea la Caja Costarricense de Seguro Social y la obligatoriedad de los seguros que amparan la vida del trabajador, constituye el primer eslabón de una serie de reformas que consideramos imprescindibles para equilibrar las justas relaciones entre patronos y asalariados. Colocándonos en un punto de vista enteramente cristiano, creemos que para asegurar las bases de la paz futura del pueblo costarricense, es necesario consignar en la Constitución el principio que crea los seguros sociales como un derecho inalienable de los trabajadores, administrado por la Caja Costarricense de Seguro Social. Ese principio, junto con el que crea el salario mínimo, la jornada máxima de ocho horas, el derecho de sindicalización para patronos y obreros, la protección del anciano, la madre y el niño como un deber social del Estado, y todas aquellas otras medidas que el Poder Ejecutivo considere justas para levantar el nivel espiritual, moral y físico de las clases trabajadoras, formará parte de un proyecto para un nuevo capítulo de la Constitución que se llamará de Garantías Sociales.
Estima el Poder Ejecutivo que los salarios que se pagan a nuestros trabajadores, especialmente a los que se emplean en faenas agrícolas, son inferiores a sus requerimientos vitales y que, por consiguiente, se impone un alza moderada de ellos, como medida de estricta justicia y aun de acertada previsión. No dudo que para ello contaremos con la buena voluntad de los patronos, ya que el creciente costo de la vida, impuesto por la guerra, exige un aporte de los pudientes en beneficio de quienes no cuentan con otro capital que su trabajo.
Para contribuir por su parte al mejoramiento de la situación de nuestro campesinado, promoverá a la mayor brevedad el Poder Ejecutivo una distribución de tierras, en forma que no le falte a ningún jefe de familia dónde hacer cultivos para el sustento de su hogar, sin desarraigarse del lugar en que ha vinculado su labor y sus afectos. La obra no puede ser realizada desde luego en su totalidad, sino que ha de llevarse a cabo paulatinamente por las limitaciones económicas y fiscales del actual momento; pero no omitiré cuantos esfuerzos se requieran para que empiece a ser una realidad en corto plazo. Será abordado también, en relación con esta materia, el problema de los llamados parásitos, para darle una solución definitiva que armonice el derecho de propiedad que la Constitución y las leyes amparan, y el derecho que el trabajo indiscutiblemente se crea.
Mi gobierno no se erigirá en empresario de ninguna actividad que pueda realizar el empeño individual. No le hará competencia a ningún hombre de trabajo. Fomentará, por el contrario, las iniciativas particulares, prestándoles su más decidido apoyo. Abrigo la convicción de que el conjunto de riquezas de los habitantes del país, constituye la riqueza del Estado; que éste no debe tener otra con perjuicio de los ciudadanos; y que utilizar su prepotencia para fomentada en condiciones de ventaja o privilegio, es mutilar las energías individuales, que son las que siempre han dado poder y grandeza a las naciones.
Con la misma inquebrantable decisión impedirá el gobierno que se trafique con las necesidades del pueblo, imponiendo precios de codicia a los artículos de primera necesidad. Las maniobras de acaparamiento que tienden a explotar situaciones de escasez, serán duramente reprimidas. No desconozco los motivos que explican en gran parte la fluctuación de precios en los productos de consumo indispensable, ni ignoro tampoco que no es la especulación, el único factor que la determina. Mi gobierno abordará resueltamente este problema.
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