martes, 23 de febrero de 2010

Ataque al calderocomunismo usando el 11 de abril

Idas y vueltas El día de la muerte de Juan Santamaría ha sufrido interpretaciones muy distintas
David Díaz Arias | david.diaz@ucr.ac.cr
Tomado de http://www.nacion.com/ancora/2009/abril/12/ancora1927340.html



El 11 de abril de 1980, un editorial de La Nación sostenía: “La batalla de Rivas de 1856 viene siendo conmemorada en forma ininterrumpida durante los últimos 124 años, como expresión de la libertad y la independencia centroamericanas y en particular de Costa Rica”.


Sin embargo, aquel artículo calculó mal el tiempo. Las conmemoraciones del 11 de abril en honor de la batalla Rivas y la fiesta de recuerdo del héroe nacional Juan Santamaría no nacieron en forma inmediata al finalizar la guerra en contra de los filibusteros.

Origen. El decreto que hizo obligatorio, feriado y festivo el 11 de abril, se dictó en 1915, mientras que la primera celebración que ocupó a Alajuela en ese día y la convirtió en el centro de atención por parte de la prensa nacional, ocurrió un año después (1916).

A partir de entonces, la fiesta en honor del tambor alajuelense aumentó en proporción y actividades, y –junto al 15 de septiembre– se transformó en la principal fiesta cívica del calendario civil de Costa Rica.

Como no podía ser de otra manera, Alajuela acaparó entonces la atención pública. La ciudad incluso fue interpretada según un cierto orden histórico por efecto de la celebración.

Así, la apertura de un desfile que comenzaba en la Plaza de la Agonía y terminaba en el Parque Juan Santamaría se volvió el rito oficial que cada año realizaban los costarricenses para iniciar las fiestas del 11 de abril. El otro lugar de parada obligatoria en el camino era la “casa donde nació y vivió” Santamaría.

Muy pronto, en un contexto de creciente participación y organización laborales, el 11 de abril fue apropiado por diferentes grupos sociales. De tal modo, ese día comenzó a utilizarse para realizar una crítica al poder político. En 1931, el Partido Comunista se convirtió en el principal abanderado de esa visión.

La interpretación comunista giró en torno de tres ejes: 1) el país era traicionado por sus dirigentes políticos; 2) por esas circunstancias, la celebración del héroe nacional era solo una mascarada de los políticos tradicionales para ocultar sus verdaderas intenciones; 3) los filibusteros, deseosos de esclavizar la región ayer, se habían transformado en la compañía bananera que explotaba a los trabajadores en el Caribe costarricense.

En los primeros años de la complicada década de 1940, el gobierno de Rafael Ángel Calderón Guardia contó con la ayuda de una parte de la prensa para identificar la reforma social (1940-1943) como un hito histórico que se encontraba entre los pilares de la historia de Costa Rica, a la par de la Campaña Nacional de 1856-1857.

Lo más interesante en ese sentido es que, después de 1943, cuando se oficializó la unidad entre comunistas y calderonistas, los opositores al “calderocomunismo” comenzaron a criticar al gobierno en las celebraciones del 11 de abril haciendo uso de los mismos argumentos que manifestó el Partido Comunista en la década de 1930.

Lo que se produjo entonces fue una lucha pública en la interpretación de la figura del héroe. Este enfrentamiento tendió a agudizarse en 1946 y se calentó al máximo en la celebración de abril de 1947, cuando opositores y simpatizantes del gobierno se enfrentaron a garrotazos en Alajuela.

Lo que vino después de 1948, y hasta 1955, puede ser interpretado como un paréntesis en el proceso de construcción de la fiesta de Santamaría. En esos años, los ganadores de la guerra civil de 1948 intentaron ofrecer un nuevo escenario nacional con sus propios héroes y hasta con nuevas celebraciones.

Así, se intentó utilizar el 11 de abril para conmemorar la toma de Limón por parte de la Legión Caribe en 1948. La invasión calderonista al país en 1955 terminó de cerrar ese círculo del recuerdo al transformar la hacienda de Santa Rosa en un espacio de la memoria ya no sólo de 1856, sino de la lucha entre calderonistas y liberacionistas.

De forma tajante, la celebración del centenario de la Campaña Nacional en 1956 detuvo este tipo de interpretación, volvió a presentar el 11 de abril como una fiesta nacional y recuperó la diversidad de contenidos interpretativos del pasado junto a la visión oficial.

Crítica, continuidad y ¿desaparición? Una segunda etapa de la fiesta se ubica entre 1956 y 1979. Esta fase se caracteriza por la ampliación de la participación de los escolares y colegiales en las celebraciones, y por la apropiación que muchos grupos juveniles y políticos hicieron del recuerdo de la quema del Mesón.

En esencia, en ese periodo, quienes reclamaron para sí el sacrificio del Erizo en Rivas fueron grupos de izquierda o cercanos a ella en su crítica contra el poder de los Estados Unidos.

Por su parte, desde la oficialidad, las respuestas se seguirán basando en el consenso sobre el Estado de derecho, el respeto a la autoridad y a la continuidad democrática de la historia costarricense.

De hecho, en el segundo lustro de la década de 1970 se realizará una asociación entre dicha visión de la historia del país y las metas del futuro. Se descartarán las transformaciones bruscas y las luchas bélicas, y se pondrá la fe en el continuismo.

Entre 1979 y 1990 se produjo una nueva etapa en la interpretación del pasado que involucraba la fiesta del 11 de abril. A una visión antiimperialista que incluso afirmó haber encontrado los huesos de Santamaría en Nicaragua (fue una patraña), la sucedió otra a partir de 1983.

De acuerdo con esa nueva interpretación, los sandinistas, en Nicaragua, eran los nuevos filibusteros. Además, la Unión Soviética fue catalogada de potencia en vías de expansión y de asedio sobre Centroamérica, similar al filibusterismo de William Walker.

En los siguientes años, conforme se intensificó la guerra en Centroamérica y se intentaron las primeras conversaciones de paz, la fiesta del 11 de abril se utilizó para expresar discursos de pacifismo. Tal visión será fundamental en las celebraciones durante el primer mandato de Óscar Arias (1986-1990).

Esto nos conduce al último periodo de la fiesta, que podemos ubicar entre 1990 y el 2005. En este periodo, se creó la Feria del Erizo, pero la prensa nacional también empezó a hablar de un decaimiento en el civismo.

Como “ofensiva”, se produjeron llamados a la regulación de la vestimenta y de la música que percibían en los desfiles del 11 de abril. Esa “ofensiva” terminó con la difusión de un Manual de celebraciones patrias por parte del Ministerio de Educación Pública.

Sin embargo, esa estrategia no tuvo el impacto previsto. Sorpresivamente, el fallo no estuvo en los actores de la celebración (niños, maestros y padres de familia), quienes siguieron participando activamente y con patriotismo. El error provino de una regulación legislativa que en el 2005 cambió la fiesta del 11 de abril al lunes próximo a su celebración.

Esa postergación desarticuló la fiesta ya tradicional y volvió complicada su repetición cada año. Desde entonces, el futuro de la conmemoración de la figura de Juan Santamaría se encuentra en entre-dicho.

EL AUTOR ES PROFESOR DE HISTORIA EN LA UCR.

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