domingo, 14 de febrero de 2010

DISCURSO DEL PRESIDENTE CALDERON GUARDIA AL INICIAR EL CONGRESO CONSTITUCIONAL LAS DISCUSIONES SOBRE EL CODIGO DE TRABAJO

DISCURSO DEL PRESIDENTE CALDERON GUARDIA AL INICIAR EL CONGRESO CONSTITUCIONAL LAS DISCUSIONES SOBRE EL CODIGO DE TRABAJO


Señores Diputados:

La discusión que hoy vais a iniciar, señores Diputados, sobre el Código de Trabajo, es una de las más importantes de toda la historia nacional. En estos momentos comenzaréis a decidir, conforme a vuestra conciencia, si los supremos intereses de Costa Rica deben ceder definitivamente ante el egoísmo o la incomprensión de unos cuantos, o si con el examen desapasionado y sereno de esa vasta obra legislativa estáis dispuestos a ganar para nuestro pueblo la batalla cívica del progreso y de la libertad. Por eso y porque juzgo que estamos viviendo horas trascendentales para el porvenir de nuestra querida Patria, he resuelto asumir junto a vosotros, por medio del presente Mensaje, con plena convicción y sin temores de ninguna especie, la parte de responsabilidad que me corresponde en este paso decisivo del país, que yo espero será por el camino de la justicia social que en forma tan clara nos señala la inspiración cristiana del Código de Trabajo.

Sé muy bien, señores Diputados, que en cienos sectores de nuestra sociedad hay temores con respecto al mencionado Cuerpo de Leyes, a pesar de que éste no es otra cosa que el mecanismo mediante el cual la Sección Constitucional de las Garantías Sociales -ya en vigor, gracias a vosotros- pasará del papel donde está escrita a la vida real de las masas obreras y al hacerlo he cuestionado muchas veces mi conciencia y no encuentro en ella ningún reproche para mi conducta. Antes bien, mi espíritu forjado en las disciplinas de un cristianismo hondamente sentido y lealmente practicado me dice con voces claras que al patrocinar la legislación social de la que forma parte medular el Código de Trabajo estoy contribuyendo a poner cimientos sólidos a la paz y a la tranquilidad que todos debemos desear para nuestra pequeña Patria. Con absoluta firmeza creo que no hay razón para que se sienta amenazado ningún buen costarricense por este conjunto de disposiciones claras, humanas y sencillas, que no son más que el resultado de un largo y cuidadoso estudio de la realidad nacional y de un afán de armonizar en forma razonable los justos intereses de las distintas clases sociales que integran nuestra nacionalidad. Están equivocados los patronos agricultores, ganaderos, industriales o comerciantes que suponen que el Código de Trabajo se convertirá en un instrumento de ruina para ellos, así como estarían equivocados los trabajadores que creyeran que ese Cuerpo de Leyes será un simple medio de dominación sobre los propietarios. Ambas tesis son igualmente inexactas, pues el Código de Trabajo aspira nada más que a dar solución legal, por rumbos de bien entendida equidad, a los conflictos que día a día se presentan entre patronos y trabajadores, como producto de una lucha de clases que no debiera existir. Convencido estoy de que el Código de Trabajo hará justicia a unos y a otros, sin perder de vista que ambos son colaboradores en la importantísima tarea de desarrollar la riqueza nacional para bien de todos los habitantes del país. Cuando con el transcurso del tiempo se serenen ¡os ánimos y este Código haya dado sus beneficiosos resultados prácticos, entonces se comprenderá que vosotros, señores Diputados -y no yo- no habéis hecho más que adelantaros, con visión patriótica, a situaciones que de otra manera se convendrían, con seguridad absoluta, en motivo constante de desarmonía y de intranquilidad social.


Mi Gobierno, señores Diputados, se acerca ya a su fin. Dentro de nueve meses estaré entregando el honroso mandato con que me distinguió la libre voluntad popular, al ciudadano que designe para sucederme esa misma libre voluntad popular. Muchas voces han llegado hasta mí aconsejándome que deje para mi sucesor la ímproba tarea de concluir la codificación que hoy es objeto de vuestro examen. Pero yo no puedo ni debo oír esas voces. Cuando yo era un simple candidato a la Presidencia de la República ofrecí a mi pueblo luchar desde el alto cargo que hoy ostento por su bienestar; y también prometí a mi Patria, precisamente en el mismo recinto que vosotros ocupáis, ofrendarle sin reservas mi esfuerzo para conseguir la evaluación cultural moral y económica de los costarricenses, y por ello no seria leal a este solemne compromiso, si abandonara la jefatura del Poder Ejecutivo dejando archivado el Código de Trabajo es decir la obra jurídica que con mayor fuerza y eficacia hará buenas las promesas que constituyen la más sentida concreción de mi sinceridad.

Yo siento, señores Diputados, que vivimos en pleno siglo veinte, en una época en que se concibe la palabra "Patria" como sinónimo de una gran realidad humana y no como una simple abstracción jurídica o como uno de tantos recursos de carácter retórico. Los hombres saben actualmente, por amarga experiencia de centenares de años que no puede haber convivencia y armonía dentro del cauce jurídico clásico pues hoy en día no nos podemos limitar a proclamar, en forma verbalista, la libertad, la igualdad y la fraternidad, sino que debemos evitar mediante la defensa efectiva de las c1ases desvalidas de la sociedad que esos principios se conviertan únicamente en patrimonio de les pocos que tienen potencia económica y el consiguiente poder de dominar. El Código de Trabajo constituye, sin duda alguna, el fundamento material que impedirá que esos nobles ideales no se conviertan en realidades, porque a ello tienen derecho, por un imperativo histórico, todos los habitantes del país, sin distinción de clases, credos o partidos. La verdadera democracia es aquélla que tiene contenido económico, que brinda oportunidades a todos para levantarse con su propio esfuerzo y que contempla las necesidades de cada uno de acuerdo con su particular realidad. Así se explica que yo me resista a entender que hay Patria donde las iniquidades y excesivos privilegios convierten a unos hombres en enemigos mortales de otros hombres. La Patria tiene necesariamente que levantarse como un inmenso espíritu tutelar, sobre una plataforma de justicia cristiana; el débil debe ser dotado de medios legales para impedir lo que hoya menudo ocurre en Costa Rica, es decir, que el fuerte abuse de una pretendida igualdad ante la ley que, desgraciadamente, sólo existe, en muchos casos, en la letra muerta de los Códigos; y los fuertes deben ser amparados también cuando estén en peligro sus justos y legítimos derechos frente a una posible agresión de los débiles. Hagamos pues, señores Diputados, Patria Viva para todos y no para unos cuantos, y digámosle juntos al país,' con el respaldo de la superioridad moral que yo os reconozco, que sabemos pasar sobre los pequeños intereses del momento y forjar conscientemente los destinos superiores que la límpida trayectoria de nuestra democracia en marcha, exige para la colectividad.

Quiero cerrar esta exposición, agradeciendo vuestra hospitalidad, pidiéndoos la venia para retirarme y declarándoos, señores Diputados, mi decidido sentimiento cívico e invocando el amor a Costa Rica, que debe privar por sobre todo otro interés perecedero o efímero frente al porvenir de la Patria que es valor inmanente e inmortal.

1 comentario: