LA RESPUESTA
San José, 14 de junio de 1943
Señor Lic. Don Manuel Mora V..
Jefe del Partido "Vanguardia Popular" Pte.
Muy señor mío:
He leído con suma atención tanto su carta de esta fecha como los documentos que la acompañaban, es decir, el "Manifiesto" y el "programa del Partido Vanguardia Popular", y después de maduro examen y serena reflexión, y con el acuerdo del Excmo. Señor Obispo de Alajuela, Mons. Juan Vicente Solís, y del Excmo. Señor Obispo de Limón, Monse. Juan Odendhal, y previa consulta a todas las personas a las que por derecho debo consultar en los asuntos y negocios de mayor importancia, y con plena conciencia de las responsabilidades que sobre mí pesan como arzobispo de San José, paso a contestar la interpelación de Ud.
La posición invariable que en mi condición de arzobispo debo mantener en relación con los problemas y cuestiones sociales en general quedó bien definida en los párrafos de mi Carta Pastoral del 28 de abril de 1940, dedicados a la cuestión social, y, sobre todo, bien definida está en las Encíclicas Pontificias Rerum Novarum y Quadragesimo Anno, y, principalmente, por lo que se refiere al caso concreto propuesto por Ud., en los números 102-113 de la edición de la segunda de las Encíclicas citadas patrocinada por el Centro Arquidiocesano de Acción Católica en 1941.
Apelo, además, a la autoridad de aquellos documentos, para dejar constancia de antemano, de que todas y cada una de las palabras de la presente, quedan desde ahora sometidas a la autoridad superior y juicio supremo de la Santa Sede, cual cumple a un obispo católico que se pronuncia en forma concreta sobre asuntos y negocios que en su forma o en su fondo no están taxativamente contemplados en las normas y doctrinas generales de la misma Santa Sede.
La Conferencia Nacional del Partido Comunista de Costa Rica ha tomado la resolución, que consta en el citado "Manifiesto ", de disolver el Partido, por los motivos y razones que allí se expresan, y fundar una nueva agrupación, con base en la realidad nacional costarricense, realidad nacional que en substancia se contempla en la política social del Señor Presidente de la República, Dr. don Rafael Ángel Calderón Guardia "basada en las encíclicas papa/es", y que como tal política social "enmarca sin contradicciones en los planes del Partido para la reorganización económico-social del país. "
No es del caso exponer en este lugar las razones que en el pasado movieron a la autoridad eclesiástica a asumir la actitud, bien conocida, que asumió, con respecto al Partido ya disuelto, a pesar de que los anhelos y tendencias de aquella agrupación y los de los personeros de la Iglesia coincidían, parcialmente cuando menos, en más de un aspecto. Diferencias positivas de principios, sobre todo, y, en parte, diferencias de métodos, mantenían inconciliables las posiciones fundamentales de los unos y de los otros.
Tengo más de una razón para pensar que Ud., y también los suyos, al dar el paso que han dado, y cuya trascendencia nacional y aun internacional es bien evidente, han procedido con sentido realista, es verdad, pero al mismo tiempo movidos por la buena fe. Si otra fuera mi convicción, otra tendría que ser la respuesta que habría de dar a la interpelación de Ud.
Pienso, pues, que en la nueva situación creada por aquel acto de la Conferencia Nacional del partido disuelto, quedan solucionados, siquiera en su forma mínima, los conflictos de conciencia que para los católicos resultaban de la situación anterior. Juzgo que en el programa del nuevo Partido o agrupación, tal como consta en el texto que he recibido, de una parte quedan a salvo, aunque en forma meramente negativa, las doctrinas fundamentales que informan la conciencia católica, y positivamente nada hay que desnaturalice o desmejore aquellas doctrinas fundamentales, y por consiguiente sin gravamen de conciencia pueden los católicos que así lo deseen, suscribirlo e ingresar en la nueva agrupación. Estimo que habría de variar o modificar mi opinión y juicio solamente en el caso de que la nueva agrupación, en el desarrollo de sus actividades, adoptara o siguiera métodos que estén en contradicción con los principios católicos tantas veces mencionados.
El Programa contiene postulados económicos y políticos, algunos de éstos relacionados con el orden internacional americano, sobre los cuales bien puede haber diversidad de opiniones, pero tal como los expresa el Programa no parecen exigir que sobre ellos emita una opinión concreta, porque de suyo no rozan principios de conciencia.
Por la naturaleza misma de las cuestiones tratadas en la presente, bien puede afirmarse que esta mi carta contiene orientaciones para la conciencia católica en relación con la nueva agrupación. Me parece del caso, por consiguiente, ampliar algunos conceptos. Afirmé antes que el Programa tantas veces referido viene a resolver, siquiera en forma mínima, determinados conflictos de conciencia. Empeño de los católicos que lleguen a militar en la nueva agrupación ha de ser el mantener, en primer término, y con libertad que nadie coaccione, directa ni indirectamente, ese mínimum de condiciones, y en segundo lugar el de adelantar, con igual libertad, el Programa de la agrupación en los otros aspectos, los positivos, de acuerdo con las normas y principios que sobre la materia rigen su conciencia. En todo caso creo indispensable que los católicos que militen en la nueva agrupación procuren imprimir ese sello positivo católico a las actuaciones, de cualquier género, que lleguen a corresponderles dentro de esa agrupación.
He de aprovechar esta oportunidad para decir que la autoridad eclesiástica está y estará empeñada en que se formen agrupaciones obreras católicas y en ampliar las ya existentes, no precisamente para debilitar el movimiento de cohesión de las clases trabajadoras, sino para encauzar ese movimiento, en la forma que mejor convenga, dentro de los amplísimos derroteros marcados por las enseñanzas pontificias. Con respecto a las relaciones que entre unas y otras agrupaciones puedan o deban existir, me parece que bien puede regir el mismo criterio, y en los mismos términos, que anteriormente consigné en relación con los católicos que ingresen a la nueva agrupación.
La nueva agrupación es también un partido político. Expresamente declaro que no hay razón para que juzgue de las derivaciones de carácter político que pueda tener el nuevo movimiento, y que, con la misma libertad estaría dispuesto a contestar cualquier interpelación que los partidos políticos tuvieran que hacerme en relación con principios de doctrina y de conciencia católicos. En otras palabras, y porque debo dejar muy a salvo la posición de la Iglesia en esta materia, ni la contestación de esta interpelación ni las interpelaciones que en cualquier tiempo tuviera que contestar, son ni pueden ser en provecho ni en perjuicio políticos de nadie.
Comprendo el valor histórico que quizá pueden tener los acontecimientos que dieron origen a la interpelación de Ud., y por mi parte pido a Dios, como obispo y como costarricense, que siempre podamos y sepamos resolver todos nuestros conflictos y problemas, con la mira puesta en el interés legítimo de la nación, a la que Dios proteja y bendiga siempre.
Con las protestas de mi consideración muy distinguida y obsecuente, tengo el honor de suscribirme de Ud. muy atto. S.S.,
Víctor Sanabria M. Arzobispo de San José.
P.S.- Contesto por aparte en este Post Scriptum la segunda parte de la interpelación de Ud., por cuanto en declaraciones formales, y casi diría oficiales, como ésta, me vería obligado a emplear un lenguaje muy sobrio, que hasta cierto punto podría ceder en perjuicio de la necesaria claridad de los conceptos, y por consiguiente he de apelar a una cita. La entresaco de la "Revista Javeriana", órgano de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, dirigida por los Padres de la Compañía de Jesús (Número 89, de octubre de 1942), de un artículo intitulado "Orientaciones", y cuyo autor es nada menos que el R.P. don Juan María Restrepo Jaramillo S.I., de tan justo renombre entre la intelectualidad católico colombiana. Dice así:
''Para el católico genuino los documentos de la Iglesia que condenan el nazismo, deciden plenamente el problema. Para los católicos puede quizá subsistir alguna duda acerca de que la Iglesia se haya dejado llevar en sus condenaciones, de celo exagerado y haya atribuido al nazismo errores que este sistema realmente no haya defendido. "
Aduce después el P. Restrepo testimonios múltiples y auténticos que vienen a justificar plenamente las condenaciones de la Iglesia, y más adelante agrega:
"Fundados pues en los testimonios más imparciales y verídicos y en los hechos innegables, con absoluta imparcialidad, nos vemos obligados a confesar que la filosofía totalitaria, sobre todo la nazista, es absolutamente pagana e irreconciliablemente incompatible con el cristianismo.
Y tiene este sistema una característica que lo hace más peligroso. Esa propiedad fundada en su misma esencia es la crueldad inexorable con que combate y aniquila toda doctrina, toda institución que se le oponga, aunque sea sólo en el orden ideal. Su esencia intima es ser totalitaria, es decir, absorbente, exclusivista, única; no consiente nada a su lado, ni siquiera en la región del pensamiento. Es distintivo peculiar de la filosofía totalitaria la fuerza bruta aplanadora con que impone sus principios, fuerza bruta que aniquila al individuo, a la familia y a la nación que no se doblega a sus exigencias.
Al meditar tranquilamente sobre la esencia del nacional-socialismo, como católicos y como simples amantes de la verdad, debemos decir que si la doctrina totalitaria triunfa, días negros, muy negros, esperan al cristianismo, ya que el poderío brutal y aniquilador propio de esa filosofía, pretenderá ahogarlo en sangre por ver en el cristianismo un enemigo decidido. Y como la doctrina totalitaria dispone de la organización más poderosa hasta ahora conocida, como tiene tentáculos y raíces y apoyos en todos los raíces, por eso la lucha de esa filosofía, si resultara vencedora, sería la más cruel y despiadada de las padecidas por el cristianismo en su historia dos veces milenaria.
Cierto es que la promesa de Cristo no puede fallar: ¡la Iglesia no sucumbirá! Pero nadie sabe el secreto de Dios y puede ser que el triunfo de la doctrina totalitaria produzca defecciones y ruinas en el catolicismo mayores que las de la misma reforma protestante, que separó de la verdadera Iglesia más de la mitad de Europa, con las nefandas consecuencias de todos conocidas. Desde luego, los males causados ya al catolicismo allí donde con mayor lógica se ha llevado a la práctica la filosofía totalitaria, son extremadamente funestos y han arrancado lágrimas de sangre a la Iglesia, que llora sobre su juventud paganizada, sus instituciones de enseñanza cerradas y sus ministros perseguidos con calumnia y destierro y aun muerte.
El triunfo de la doctrina totalitaria en la contienda actual crearía un gravísimo problema para el cristianismo, del que sólo la promesa divina lograría librarlo: ¡vendría
para la Iglesia una nueva época de catacumbas, más crueles que las romanas!
Pero sea lo que sea del porvenir, el sistema totalitario nazista es un sistema pagano, destructor del cristianismo: ningún cristiano puede ser nazista; ningún cristiano puede simpatizar con el nazismo; tenemos que escoger entre la cruz de Cristo que irradia bondad y sacrificio, y la sombría cruz gamada, símbolo sangriento del nuevo paganismo. "
Hasta aquí la cita del R.P. Restrepo.
V.S.M.
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