Rodolfo Méndez Mata
El socialcristianismo ha estado presente en Costa Rica desde los albores del Siglo XX. Quizá la personalidad más distinguida de ese pensamiento en aquella época, sea la del sacerdote Jorge Volio. A partir de allí, el socialcristianismo siempre ha tenido sólidas razones históricas para existir y mantener su vigencia en Costa Rica. Un breve recorrido por algunas de las etapas históricas vividas por nuestro país desde 1925, confirman esas razones:
1. Los gobiernos liberales que tuvo Costa Rica entre los años 1925 y 1940 tuvieron la virtud de crear las condiciones para que se produjera un crecimiento económico basado en un modelo agroexportador —básicamente café y banano— y un incipiente aunque poderoso proceso de actividad comercial e industrial en el centro urbano del país —San José, Alajuela, Cartago y Heredia—. Estos dos procesos tuvieron el defecto de acumular en muy pocas manos una importante prosperidad económica, en tanto las grandes masas trabajadoras estaban en total desamparo, sin participar, así fuese en mínima medida, de la prosperidad que con su trabajo contribuían a producir.
2. Con la llegada de Rafael Ángel Calderón Guardia al poder y su alianza con la Iglesia Católica y el Partido Comunista, se plantea, por primera vez, el reto de mantener el proyecto económico que permitía producir riqueza, pero acompañándolo de un modelo de redistribución de parte de esa riqueza entre la mayor cantidad de costarricenses. La fórmula encontrada para resolver ese dilema es lo que se denomina la Gran Revolución Social de los Cuarentas que, básicamente, consistió en la creación de una serie de derechos e instituciones sociales que, financiadas con parte de la riqueza que generaba el modelo agroexportador y sus afines industrial y comercial, permitieron llevar a la gran masa de costarricenses una parte de esa prosperidad. Salarios justos, jornadas laborales máximas, periodos mínimos de vacación, derechos jubilatorios, derechos de cesantía, viviendas de interés social, acceso a la salud mediante contribución solidaria y a la educación universitaria costeada por el Estado con parte de los recursos que captaba de la riqueza, etc. son formas de redistribuir parte de la prosperidad generada por el modelo económico de crecimiento a partir de la producción y las exportaciones agrícolas, así como de las actividades industriales y comerciales internas. En síntesis, de lo que se trató, en aquel momento, fue de permitirles a los ricos seguir siendo ricos pero, quitándoles una parte de esa riqueza para distribuirla entre los pobres. Así fue, de profunda y valiente, la revolución social de los cuarentas, marcada con un claro signo socialcristiano.
3. Luego de la crisis de los ochenta, hubo que hacer un replanteamiento del modelo económico que había colapsado. Una vez más, los socialcristianos tuvieron una razón histórica para mantener su vigencia en Costa Rica, siendo los que, con mayor énfasis abogaron por un modelo mixto en la prestación de los servicios estratégicos como banca, educación y salud y, lo más importante, combatieron sistemáticamente el sesgo antiexportador que tenía el país y, en su lugar, abogaron por una economía sustentada en un modelo exportador moderno, global y competitivo financiado por el ahorro interno y la atracción de inversión extranjera directa.
4. Conseguido lo anterior, ahora, de nuevo el socialcristianismo tiene una nueva y poderosa razón para mantener su vigencia en Costa Rica. Luego de suscritos y en vigencia los tratados comerciales con la Unión Europea, China y Singapur; Costa Rica tendrá un área de libre comercio del tamaño de 47 naciones, entre las que se encuentran todas las economías más importantes del mundo, excepto Japón. Esa es una plataforma robusta para dar el salto hacia un proceso de crecimiento económico sostenido, como nunca antes pudo tenerlo este país y, prácticamente, ninguno otro de los países pobres o emergentes. En esa coyuntura, los socialcristianos están llamados a asumir y superar dos retos trascendentales: mejorar las condiciones internas para lograr la más elevada competitividad y, así, aprovechar de manera eficiente las oportunidades creadas con la constitución de esa inmensa área de libre comercio y, al mismo tiempo, diseñar nuevas herramientas de redistribución de buena parte de la prosperidad creada a partir del vigoroso crecimiento económico que se avizora. Ya no se tratará, solamente, de crear impuestos o mejorar la recaudación de los existentes para financiar programas sociales asistenciales, eso deberá ser así pero no es suficiente. La gran revolución social del Siglo XXI deberá conducir a crear los medios para incorporar a la mayor parte de la población a los beneficios derivados de la apertura comercial, la desmonopolización de los servicios públicos y el acceso a los grandes mercados con sus propios productos, con sus propias empresas, con su propio talento pero firme y directamente apoyados por el Estado. No se tratará, solamente, de quitarles a los ricos para darles asistencia a los pobres; se trata de crear las condiciones y los espacios necesarios, dentro del modelo económico, para que los pobres se involucren en él y dejen de ser pobres. Esa es, en resumen, la nueva razón histórica para la vigencia del socialcristianismo en la Costa Rica del presente siglo.
Para asumir y superar esos dos retos, los socialcristianos necesitamos construir una nueva casa y, desde allí, definir el derrotero que nos debe conducir a cumplir con la razón histórica que hoy justifica la vigencia de nuestro pensamiento.
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