jueves, 17 de junio de 2010

De rodillas ante los mercados


Bernard Cassen

Le Monde Diplomatique
Nadie se hacía muchas ilusiones sobre la autonomía de los poderes políticos en su relación con las finanzas globalizadas. Pero el plan de austeridad anunciado el pasado 12 de mayo por José Luis Rodríguez Zapatero, y los anteriores, decididos en Bucarest y Atenas, permiten llamar a las cosas por su nombre: sí, en Grecia, en Rumania o en España, hay que disminuir los salarios de los funcionarios; sí, hay que congelar las jubilaciones; sí, hay que amputar el poder adquisitivo de la mayoría de la población, etc. No en nombre de un proyecto político (sea cual fuere), es, se dice explícitamente, para “calmar” a los mercados y a las agencias de calificación.
Estamos frente a una asombrosa forma de invertir la situación: luego de haberse salvado con el dinero de los contribuyentes de una quiebra generalizada que ellas mismas provocaron, y que llevó a una explosión de la deuda pública, las finanzas se vuelven contra la mano que les dió de comer y le exigen sangre, sudor y lágrimas. Los dirigentes europeos (y estadounidenses) han dejado pasar deliberadamente la oportunidad que se les presentaba en bandeja de imponer contrapartidas a las sumas colosales que otorgaron a los bancos.
Tenían la posibilidad de desarmar, al menos en parte, al poder financiero y de cortarle el paso a la especulación. Nada hicieron. Renunciaron a tener cualquier tipo de influencia sobre el curso de los hechos y se han transformado, en un grado aún más caricaturesco que el planteado por Marx, en simples “mandatarios de las finanzas”.
Como muy bien dice Moisés Naim, “de ahora en adelante, gobernar en Europa significará distribuir reducciones de salarios, recortar programas sociales y eliminar obras públicas” (1).
Para realizar semejante programa, los partidos de gobierno, sean de derechas o socialdemócratas, son perfectamente intercambiables. Pero el poder financiero tiene, sin embargo, una pequeña preferencia por los socialistas. Con el celo de los arrepentidos, éstos van más lejos en la puesta en práctica de las medidas de ajuste estructural que los dirigentes conservadores. Al llamar a sus militantes a apoyar sus posiciones por “patriotismo socialdemócrata”, neutralizan de hecho a una fracción de la oposición popular, frente a políticas que ellos mismos denunciarían vehementemente si estuviesen en la oposición.
La derecha no deja de señalar que el Primer Ministro griego, Yorgos Papandreou, es también Presidente de la Internacional Socialista, y que José Luis Rodríguez Zapatero es el primer Jefe de Gobierno socialista de Europa Occidental que reduce los salarios de la función pública. En España, los dirigentes del Partido Popular (PP), aunque aprueban en privado las “valientes” medidas del Gobierno de Zapatero, se permiten incluso el lujo de denunciarlas públicamente como “antisociales”, para sacar provecho electoral.
En cuanto al Fondo Monetario Internacional (FMI) que, junto con la Comisión Europea, ejerce a partir de ahora las funciones de “gendarme” de las políticas de reducción de los déficits públicos en Europa, está dirigido por un “socialista” francés, Dominique Strauss-Kahn, que bien podría ser el candidato de su partido contra Nicolás Sarkozy en 2012…
Cuando las etiquetas políticas de los partidos de gobierno carecen de sentido, cuando los electores no tienen otra opción que “más de lo mismo”, cuando se les presenta como única perspectiva hincarse de rodillas ante los mercados financieros, se están socavando los fundamentos mismos de la democracia representativa. ¿De dónde vendrá la resistencia? No lo sabemos. Pero seguro que llegará.
(1) El País,16 de mayo 2010

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