Favor difundir el siguiente texto:
28 de septiembre de 2010. Ahora que con motivo del reciente deceso del doctor Rodrigo Gutiérrez Saénz, no puedo alejarlo de mi memoria, dado el inmenso recuerdo de su presencia y su generosidad inagotable de ciudadano ejemplar,de hombre a carta cabal y sin mezquindades,me encuentro con que Javier Solís nos ofrece estas páginas que son un digno tributo a su memoria y una fuerte llamada de atención a todos los que aun creemos en un mundo mejor y más solidario. Saludos RC.
RODRIGO GUTIÉRREZ O EL DESENCANTO DE LA IZQUIERDA Por Javier Solís Herrera.
Rodrigo Gutiérrez era un militante. Un soldado de trinchera. No parece haber sido un general estratega. Intentó primero arrastrar al partido Liberación Nacional hacia la causa popular. Desde el poder y con el control de todo el aparato estatal, ese partido ya a inicios de los 70, a sólo veinte años de su fundación, se había convertido en instrumento de enriquecimiento de la clase media que quería ser oligarquía. Pero Rodrigo no se detuvo en la lucha de facciones ni en los intentos por dividir, desde adentro al PLN. Ese intento perecieron Obregón, Rossi, Carazo, Solís, Corrales, Araya y algunos más. Algunos volvieron y recibieron su premio. Rodrigo Gutiérrez no. De la Secretaría General pasó directamente al grupo fundador del Partido Socialista Costarricense, el de la hormiga.
Se incorporó para siempre al sector político que se ha llamado “La Izquierda”, sin que esa incorporación haya sobrepasado el valor de hecho testimonial. Jugó el resto de su vida el papel de “personalidad”, útil para captar a los votantes de frontera, a los inconformes, a los críticos de Estados Unidos, a los eternos fundadores de movimientos alternativos y a algunos cuantos socialistas (utópicos) de verdad. En los juegos de poder y las estrategias proselitistas no contó prácticamente nada su cristalina transparencia, su generosidad sin límites, su austeridad ejemplar, su auténtica adhesión a un sistema político democrático superior, igualitario, libertario y solidario. Nunca se preocupó por el apellido de su militancia ni por las ortodoxias de manual. Se mostró en toda su integridad y toda su nobleza cuando, antes de 24 horas del triunfo de la Revolución Sandinista, abandonó todo en Costa Rica y se instaló en Nicaragua a servir como médico sin esperar el menor reconocimiento ni recibirlo.
En su condición de “testigo” fue candidato a la presidencia y luego fue diputado a la Asamblea Legislativa. Pero nunca tuvo poder porque las organizaciones de “La Izquierda” no compartían el poder en la conducción política, sólo algunas tareas de los “frentes de masas”. Durante tres décadas, Rodrigo Gutiérrez fue la mayor personalidad nacional aliada de “La Izquierda”. Se acaba de extinguir llevándose a la tumba el desencanto y la derrota irrecuperable de un movimiento político-social de protagonismo popular, surgido después de la guerra civil del 48 y del triunfo de la Revolución Cubana en 1960, en esta Arcadia tropical.
¿Por qué? Me pregunto. ¿Por qué un hombre del nivel científico de Rodrigo Gutiérrez, de su honestidad intelectual, de su sintonía pura con los sectores populares, de su capacidad de trabajo y de entrega, de su llaneza y humildad y de su disciplina y lealtad en el trabajo, no logró convertirse en catalizador o detonante de un nuevo movimiento político que fuera más allá de las maquinarias electoreras y clientelares que controlan la vida política nacional?
Enumero algunos de los elementos de respuesta a esa pregunta, a riesgo de recibir anatemas, pero quizá también de abrir un debate hasta ahora asfixiado por cortedad de miras, por ambiciones personales, por cálculo u oportunismo o simplemente por complicidad solapada con el proyecto reinante.
Digamos primero que es muy difícil caracterizar con un mínimo de propiedad el universo social que constituye La Izquierda. Estamos ante un fenómeno social de dimensiones mundiales. Prácticamente en todos los países se repite el mismo paradigma que señalo a continuación. Más difícil todavía si sustituimos “izquierda” por “progresismo”.
La Izquierda parece estar configurada, desigualmente: (1) por personalidades o pensadores de metodología marxista de análisis social, económico y político; (2) por los nostálgicos del derrotado esquema estalinista soviético y por los admiradores de la Revolución Cubana y de los proyectos en marcha en Venezuela, Bolivia y Ecuador; (3) por los opositores al Imperialismo Americano, que tiene mil formas; (4) por los críticos del modelo neoliberal de organización económica y su control del aparato del estado; (5) por los inconformes con la gestión gubernamental de los partidos en el poder; (5) por los preocupados por la corrupción campante y rampante en todos los nivel de la administración del estado; (6) por algunos jóvenes que hacen de la protesta y la oposición un meta en sí, sin estructura ni formulación; (7) por los defensores del ambiente de todos los pelambres. (8) A estas aglomeraciones habría que agregar a los que rechazan ser de “La Izquierda” y simplemente buscan desplazar a los partidos gobernantes para ocupar ellos su lugar, haciendo cambios para que todo siga igual, a lo Gatopardo.
Todo ese conglomerado multicolor y desintegrado carece, obviamente, de expresión política, de articulación teórica, y, sobre todo, de configuración orgánica. Como tal no tiene la más mínima posibilidad convertirse en una alternativa. ¿Por qué existe esta desintegración e inorganicidad?
Lo primero que me viene a la mente es la ausencia de una mente audaz, aguda, comprensiva en el sentido de abarcar todo, entregada y con capacidad de mando y del ejercicio del poder. Los liderazgos no son mágicos. No aparecen de la nada. Los produce la sociedad. Necesitan un vientre nutricio en el mismo proceso social. El ansia de protagonismo de algunos dirigentes provenientes de los viejos partidos “revolucionarios” de las décadas pasada se yergue hoy como un obstáculo para el surgimiento de de nuevos liderazgos. No falta quién crea que la historia la mueve Sor María Romero.
Lo segundo es la incapacidad de los pensadores, estrategas, intelectuales o dirigentes de esa “Izquierda” para armar la formulación de un proyecto político, cuyos componentes parecen flotar en todos esos ambientes y grupos sociales. ¿Será tan difícil ponerse de acuerdo sobre los criterios de selección? En todo caso “La Izquierda” no tiene proyecto. Sólo tiene oposición puntual a propuestas del neoliberalismo y mucha, pero mucha falta de estudio; de análisis; de conocimiento de las sociedades contemporáneas; de los aciertos irreversibles del capitalismo y de la sociedad de mercado; del protagonismo de nuevos colectivos sociales, más allá de la vieja clase obrera industrial de Europa y Estados Unidos; de los nuevos recursos y técnicas de administración, de gerencia, de organización empresarial y de capacitación para el trabajo, como lo viene exponiendo nuestro mejor sociólogo, Miguel Sobrado.
Lo tercero es la ilusión de convertirse en fuerza política, más que movimiento, fuerza, en medio de la anarquía, la dispersión, los celos, las divisiones sobre divisiones, las ocurrencias, la espontaneidad, el mesianismo, la atomización y la improvisación. En el mundo nunca ha habido cambios sociales sin organización, sin distribución de tareas, sin líneas de mando, sin objetivos, sin metas, sin plazos. En la sociedad humana, la unión de elementos dispersos -catálisis- produce sinergia: una fuerza cualitativamente nueva, que no es la simple suma de los elementos originales.
¡Adiós, Rodrigo Gutiérrez, también yo soy de tus enterradores! Ya no serás nuestro Liber Seregni. ______________________________ Firma responsable: Rogelio Cedeño Castro, profesor de la Escuela de Sociología de la UNA y Secretario de Educación del SITUN.
_______________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario