Ataque de Julio Rodríguez a José Miguel Corrales por cuestionar el pacto Figueres - Calderón, por considerarlo puro
Tomado de http://www.nacion.com/ln_ee/1997/agosto/27/opinion5.html
José Miguel Corrales es candidato del Partido Liberación Nacional a la Presidencia de la República...
Si es candidato, se presume que quiere ganar y si quiere ganar, debe demostrar que posee condiciones --psicológicas, morales e intelectuales-- para tan alto cargo y, sobre todo, que es una persona seria.
Dadas estas premisas, me sorprende, una vez más, que José Miguel siga satanizando todo lo que huela a pacto o acuerdo nacional entre él y el presidente Figueres, entre este y el expresidente Calderón, o entre el PUSC y el PLN. Para José Miguel Corrales, al parecer, la palabra pacto o acuerdo nacional es per se un artículo desechable o un producto del averno.
El pacto o acuerdo nacional, suscrito en abril de 1995, entre el Gobierno, el PLN y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) no debe juzgarse por ser un pacto, sino por su contenido y por sus efectos.
Dicho pacto contribuyó a desbloquear diversos proyectos de ley importantes para el país atascados en la Asamblea Legislativa. En esta materia, el Gobierno, el PLN y el PUSC les dieron una lección cívica a los costarricenses. Aún más, se requería mucho temple y sentido patriótico para aprobar proyectos tan impopulares como el de justicia tributaria o el de la reforma al sistema de pensiones del magisterio. Aquel instauró una nueva cultura tributaria en Costa Rica y el segundo, pese a sus imperfecciones y omisiones, contuvo la quiebra del régimen de pensiones. No se entiende, entonces, cómo José Miguel Corrales, quien, por supuesto, no participó en estas duras lides, ahora quiere sacar provecho, en beneficio propio, de lo que otros, con gran riesgo político, llevaron a cabo.
Ese pacto, entonces, no debe juzgarse por haber sido un pacto o acuerdo nacional --palabras satanizadas-- sino por su contenido y por sus objetivos. Procede injustamente Corrales cuando entrevé en este acto intenciones sombrías y le endosa los males del país. Corrales atribuyó la pobreza en Costa Rica al pacto Figueres-Calderón (La Nación, 3 de febrero de 1997). Todavía no ha desmentido semejante barbaridad.
Este es, con todo, solo un aspecto del problema. La cuestión de fondo, lo realmente importante es que, al descalificar Corrales, directa o indirectamente, a quienes participaron en este pacto y al presentarlo como un acto nefando, está estigmatizando el único recurso que nos queda para sacar adelante a Costa Rica, esencia, por otra parte, del sistema democrático: el diálogo y, consiguiente, el acuerdo o pacto entre partidos, sectores, Estado y sociedad civil.
No se puede gobernar un país a punta de ocurrencias, de corazonadas, de imprecaciones, de puro voluntarismo o descalificaciones moralistas. Hay que buscar humildemente el diálogo y el acuerdo en el seno de la familia y, sobre todo, con los de la acera de enfrente, con el adversario o el competidor.
Los pactos y los acuerdos --si los fines son nobles y limpios los medios-- representan herramientas ineludibles de la democracia y constituyen expresiones de grandeza de espíritu y de la visión magnánima con que se debe gobernar, hoy más que nunca, aunque su factura sea la impopularidad.
Costa Rica no saldrá del atascadero, mientras sus dirigentes no suscriban un gran pacto o acuerdo nacional. Antes que la magnitud de los problemas, nos asfixia y estanca la mezquindad, común a todos los partidos. Ante las puertas del siglo XXI, esto es un suicidio y un acto de estupidificación colectiva.
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