martes, 23 de febrero de 2010

El poder de los mitos. La investigación histórica restaura la verdad

El poder de los mitos.  La investigación histórica restaura la verdad

Manuel Formoso
Tomado de http://www.nacion.com/ln_ee/2002/octubre/03/opinion3.html




El poder de los mitos es extraordinario para enmascarar la verdad, sobre todo en ciertas esferas donde priva más la pasión que la racionalidad. Por eso se suele decir que no vale la pena discutir sobre religión, política o futbol porque será casi imposible ponerse de acuerdo y fácilmente se termina en pleito. Por ejemplo, por siglos el mito de Adán y Eva, naciendo ella de una de sus costillas, se tuvo como una verdad irrefutable hasta que llegaron Darwin, los paleontólogos y la genética con el ADN.

Por eso agradezco la forma gentil e inteligente en que don Eladio Jara ha reaccionado ante un artículo mío sobre los mitos del 48, aparecido en esta misma página. Argumenta don Eladio que me faltó información fidedigna, y tal vez, sin proponérselo, puso el dedo en la llaga. Justamente el poder de los mitos nace de la ausencia de información correcta acerca de una realidad, histórica en este caso, que nos lleva a tomar aquello que se propala insistentemente como verdades incuestionables, aunque carezcan de fundamento.

Rigurosos estudios. Los que vivimos la década de 1940 sabemos que fueron tumultuosos, llenos de trascendentales cambios sociales, con violencia por ambas partes, enfrentadas en un clima de gran exaltación. Sin embargo, con el paso de los años, gente joven y con excelente preparación para la investigación histórica, ha llegado en sus rigurosos estudios a conclusiones radicalmente opuestas a las verdades incuestionables que impusieron los vencedores, porque hoy desnudas de pasión e irracionalidad, lucen como simples mitos.

Ignoro si don Eladio ha tenido la oportunidad de leer, además de las Memorias de don Teodoro Picado (Euned, 2001), el excelente trabajo de don Iván Molina acerca de las elecciones del 44 y el 48 (Cuadernos de Flacso, N.° 20, octubre 2001) en el cual, tras una brillante investigación, llega a la conclusión de que don León Cortés no tenía el caudal de votos que siempre se había creído, porque estaba debilitado por divisiones políticas y por haberse convertido en el candidato de los ricos, que querían traerse abajo las reformas sociales, recién aprobadas en la Administración Calderón Guardia. Por el contrario, don Teodoro Picado, tras una larga y exitosa campaña electoral, recorriendo todo el territorio nacional a caballo (véase testimonio de F. Soto Harrison, jefe de acción que lo acompañó en Que pasó en los años 40, Euned 1995) había recibido el apoyo masivo de trabajadores, maestros y de la mayoría de intelectuales que veían en él al continuador del doctor Calderón Guardia, ganador de las anteriores elecciones por una abrumadora mayoría. También es muy interesante el análisis que hace don Iván del gran caudal político que el Partido Republicano Nacional mantuvo desde 1932 con don Ricardo Jiménez, luego con don León Cortés, agrandado por Calderón Guardia hasta verterse en 1944 en favor de don Teodoro Picado.

Fraude innecesario. Desgraciadamente sí se dio un fraude en las elecciones de 1944, totalmente innecesario, que manchó la legítima elección que debió haber tenido don Teodoro; la poderosa intervención de los Estados Unidos, en plena guerra mundial contra el fascismo y nazismo, ante el Secretario de Estado en la Cartera de Gobernación, para informarle que de ninguna manera se permitiría la llegada a la Presidencia de la República de Costa Rica a un hombre de inclinaciones nazistas, como creían los norteamericanos que era don León Cortés, llevó al alto funcionario a cumplir –con exceso– lo pedido por sus poderosos amigos y desgració para largo rato el brillante gobierno que hizo el licenciado Picado.

En cuanto a la elección de 1948, en que se disputaron la presidencia de la república el doctor Calderón Guardia y don Otilio Ulate, lo trataré en próximo artículo por falta de espacio pues fueron muchas las irregularidades habidas e ineficaz el escrutinio del Tribunal Nacional Electoral. En relación con el tercer mito, caballerosamente don Eladio Jara acepta que podría no ser verdad que don Teodoro fuera alcohólico, sino una mentira producto de la invención de sus enemigos políticos. Es de esperar que algún día estos mitos acaben de despejase para que se reconozca el gran valor personal y cultural que tuvo el licenciado Picado, uno de los mejores presidentes que tuvo Costa Rica en el siglo XX.

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